
De poner al mundo a contar lunares con nuestra música, de ampliar el diccionario castellano con nuestras propias palabras, de tener un lenguaje único construido con silbidos, de hacer reír a todo un país con nuestro humor, de construir un museo bajo el agua, de tener uno de los acentos más sexys, de conquistar octágonos, pasarelas de modas, laboratorios y universidades…
No hay reto que nos pongamos que no lo superemos. No sólo vivimos en un paraíso, somos fruto de ese paraíso y somos capaces de compartirlo.